sábado, 29 de diciembre de 2007

EDUCACIÓN EN VALORES

Está claro que si nos vemos en la disyuntiva de seleccionar un solo fin de la educación en el aula y en la escuela, sería formar en valores. Éstos, son los que definen la intencionalidad de nuestros actos y nuestros actos mismos. Los conocimientos y las habilidades son los instrumentos de nuestras intenciones.

Por otro lado, el cuerpo docente de una escuela traza muchos objetivos y metas, desde el proyecto curricular hasta la sesión. Sin embargo, no existe una cultura de evaluación ni de los actores, ni de los procesos, ni de los resultados. Por tanto, solo se intuye o se da por supuesto que los objetivos educativos se van logrando según lo programado. Las calificaciones que al término de cada periodo se publican confirman este supuesto. Sin embargo, existen normas, explícitas e implícitas, que encasillan las notas entre ciertos rangos. Por ejemplo, el límite máximo de desaprobados, treinta por ciento, entre muchos otros. Por ello, en la mayoría de las escuelas, cuando se promedia las notas de los estudiantes se obtiene un número alrededor de doce (ver proyectos de innovación en la web del MED).

En tanto que, crear y mantener una cultura de evaluación permanente es un proceso complejo (peor ahora, que el gobierno ha generado rechazo a esa cultura con sus actos improvisados) y siendo la formación en valores lo más prioritario, se debe empezar por concentrar los esfuerzos de los docentes y demás trabajadores de la educación, en seleccionar algunos valores y sus actitudes correspondientes, establecer estrategias de aplicación permanente en la institución, y definir los indicadores y técnicas de evaluación de los logros en la educación en valores.

Esta tarea es compleja, por varias razones. Una de ellas es que implicará la puesta en evidencia desde el primer momento, de las contradicciones entre los valores y los actos de los docentes y demás trabajadores de la escuela. En consecuencia, el liderazgo del equipo directivo para empezar y persistir en la tarea es fundamental. Otra razón es que las estrategias de formación de valores y las técnicas de evaluación son temas poco estudiados. Son más las referidas a las capacidades.

También es compleja la tarea de formación en valores porque implica la congruencia entre la teoría y la práctica, entre el decir y el hacer. La falta de lapsos de tiempo para las tareas de construcción de consensos en torno a esta prioridad, parece la mayor dificultad. Cada profesor tiene un cúmulo de conocimientos y experiencias que querrá compartir con sus colegas. Y cada profesor deberá escuchar atentamente, para luego, establecer puntos en común. Esta actividad requiere de tiempo, cuantas más ideas, más tiempo; cuantos más profesores más tiempo.

Pero los docentes, por el mal entendido concepto de eficiencia en el gasto público que aplican peor los funcionarios del MED, deben destinar todas sus horas de trabajo a la labor "efectiva" con los estudiantes.

También constituye un retroceso, la permanente promoción de antivalores, como el faenón, que políticos y grandes empresarios cometen en cada momento y los conocemos a través de los medios de comunicación. Para mencionar otros malos ejemplos, recordemos la constante contradicción entre lo que pregonan y lo que hacen, la relativización de la justicia según el poder del enjuiciado, las diversas formas de intolerancia y violencia que ejercen sobre los que no tienen poder, etc.

En consecuencia, es un reto para los docentes de las escuelas públicas, superar estas dificultades para construir y desarrollar un proyecto curricular que priorice valores por cuanto así contribuirán a cambiar la sociedad por otra mejor.