sábado, 17 de enero de 2009

Carta a Luis Guerrero

Buenos días, Sr. Luis Guerrero.

Cada vez que puedo, leo con mucha atención sus artículos y me agrada su peculiar forma de escribir. No siempre estoy de acuerdo con usted, como en esta oportunidad. Por eso, voy a criticar uno de varios conceptos suyos errados, de su artículo “matrícula condicional”. Cuando lo lea le va a parecer que no es objetivo y quizá hasta le parezca yo resentido. Pero no es así. Solo se trata de un estilo cuyo propósito es mostrarle la crudeza de un aspecto de la realidad peruana, relacionada con la educación y los profesores.

A usted le contaron algunos padres de familia que sus hijos están con matrícula condicional. Y usted observó en esos niños curiosidad, amabilidad, sociabilidad, etc. Agrega que tanto potencial debería ser maravilloso para un profesor, pero no es así porque a él le resulta incomodo un estudiante con tantas potencialidades ya que tiene la costumbre de repetir lo mismo todos los años y también porque no le pasa por la mente ofrecer a los niños más hábiles oportunidades distintas. “La clase es una sola”. Luego dice que lo más triste es que algunos padres toman por ciertas las quejas del profesor y regañan, castigan o los llevan a sus hijos al psicólogo (como si esto fuera de por sí malo). Cierra su artículo haciendo un llamado a los padres de familia para que despierten, es decir, para que culpen al profesor por los problemas de la educación.

Le contaron. No podría ser de otra manera porque usted, jamás trabajará en un colegio estatal de San Juan de Lurigancho o Comas, ganando mil soles y manteniendo a su familia con ese salario. Esos mil soles le obligarán a vivir en un cerro, sin servicios de alcantarillado, su esposa tendrá que cargar agua todas las mañanas desde el caño común, usted y sus hijos harán sus necesidades en un silo. Los mil soles no le permitirán comprar su ropa en Ripley, tampoco darse unas vacaciones en Punta Sal o comprarse una casita de verano en Asia. Para movilizarse deberá usar combis chatarra, polvorientas, malolientes y contaminadas. Los mil soles no le alcanzarán para poner a sus hijos en el Markan o los Reyes Rojos (a las justas en el estatal de la esquina), ni siquiera para pagar un seguro de salud. Los mil soles no le permitirán estudiar ninguna maestría (ni para el pasaje de su casa al campus universitario le alcanzará)…

A usted, que es un intelectual, no le vamos a retar a que viva en esas condiciones algunos años, ni meses. Solo le pido que responda con sinceridad y para sí mismo: en esas condiciones ¿cuánto tiempo le duraría su salud mental? ¿Por cuánto tiempo mantendría su espíritu investigador, inquisitivo, innovador? Si usted fuera profesor al servicio del Estado y ganara mil soles ¿en cuanto tiempo las necesidades insatisfechas de sus hijos y las suyas propias aplastarían su compromiso con la educación de sus alumnos? Ganando mil soles, Sr. Luis Guerrero, sus hijos solo podrían estudiar en una escuela estatal, esa que tiene tantos defectos. ¿Qué ocurriría con su profesionalismo (y quizás su moral) ante la impotencia y frustración de no poder ofrecer a sus hijos (no digo ya a sus alumnos) una buena educación?

Pensamos que usted sí superaría la prueba. Pero estamos seguros que los demás de su promoción no durarían ni un minuto. En cambio, la gran mayoría de las profesoras de colegio estatal, a pesar de provenir de ese mismo mundo de pobreza y olvido, demuestran cada día más fortaleza. Se levantan antes del alba, limpian la casa, cocinan el almuerzo para sus hijos al mismo tiempo que preparan el desayuno y las loncheras. Las manos trabajando y la boca preguntando -¿qué clase tienes hoy, qué opinó el profesor sobre tu exposición?-, recomendando –ten cuidado al cruzar la pista-. Todo esto sin perder la sonrisa. En pocos minutos se asean, desaparecen el olor a cebollas de sus manos, esconden sus ojeras y aparecen regias en el paradero de la combi a las 7:00AM… Y así, durante el día cumplen sus roles de madres, amas de casa, profesoras, dirigentes del asentamiento… Hasta las once de la noche en que nuevamente aparecen mágicamente descansadas y perfumadas para cumplir con su rol de esposa.

Nuevamente le preguntamos: ¿Cuánto tiempo cree usted que durará la fortaleza de esa mujer viviendo con mil soles y con ese ritmo de trabajo? Piense con objetividad: Cuando sus fuerzas se vayan debilitando esa profesora tendrá que priorizar; su razonamiento dejará su espacio al instinto de supervivencia. Si fuera usted, con el cansancio acumulado ¿Qué rol priorizaría? ¿Qué rol abandonaría? Si tuviera tiempo, voluntad y fuerzas para una sola cosa ¿Abandonaría su rol de padre para preparar su clase? ¿Dejaría de preocuparse por el futuro de su hija adolescente, que ya acaba la secundaria y no hay dinero para darle una buena formación profesional, para dedicarse a preparar “oportunidades distintas para los estudiantes hábiles”? Salvo que tenga la capacidad de desdoblarse (como en la propaganda de Nextel) usted, como toda profesora estatal, debe elegir.

Y en esas condiciones los gobernantes (y usted muestra silencio cómplice) han emitido leyes para que esa profesora trabaje hasta los sesenta y cinco años. Es fácil escribir desde una cómoda oficina en Miraflores. Teniendo a sus hijos al cuidado de su nana, bien alimentados y mejor educados, Sr. Guerrero, es fácil sugerir a los padres de familia que reclamen a los profesores por una mejor educación, sabiendo claramente que en realidad, a quien todos deben reclamar es a ustedes que después de 500 años tienen a este país en impeorables condiciones.

No dudamos, de sus buenas intenciones. Tomando en cuenta que la inteligencia emocional gobierna la intelectualidad ¿Cómo podrían opinar los “Julius” sobre un mundo que no conocen ni sienten? del cual tienen noticias porque alguien “le contó”. Las graves injusticias actuales exigen de los líderes políticos y de opinión un grado de compromiso equivalente al de Gandhi (o Cristo). En concreto, sus escritos serán merecedores de nuestra máxima credibilidad cuando usted trabaje hasta los 65 años en un colegio estatal ganando mil soles y cumpla con todo lo que pide a los educadores.

Hasta pronto.